martes, 18 de mayo de 2010

Granada, la cultura del agua

Granada, o Garnata como era conocida en otros tiempos, a los pies de la sierra contemplando la inmensidad de la vega que la separa de Sierra Tejeda.

La ciudad de la Alhambra, centro de riquezas y sabiduría de otros tiempos, ejemplo ancestral de tolerancia e integración cultural.

La historia de la ciudad se respira en cada uno de sus rincones, de sus plazas. La belleza y peculiaridad de sus barrios los hacen tan diferentes, tan únicos, que enamoran a todo aquel que se acerca a ella.

Su arquitectura no es solo belleza, es técnica. La aplicación de conocimientos que suponían un auténtico avance para la época, un salto hacia delante en el tiempo.

La cultura del agua, vigente a día de hoy en toda la ciudad, y en especial en todo un símbolo como la Alhambra, nos ayuda a viajar en el tiempo.

En un recorrido por nuestra imaginación paseamos por estas tierras en tiempos de León El Africano, ese personaje de una ficción tan real, tan próxima, que nos pone los pelos de punta. Hipnotizados por el susurrar del agua continuamos nuestro paseo por un pueblo mestizo. Nos llegan los olores, incluso los sabores de Al Andalus en una ciudad a las puertas de un vergel subtropical.

Pero su encanto no está solo en el imponente símbolo de la ciudad, su encanto, su peculiaridad está en su conjunto. El Albaycin, barrio árabe que mira la ciudad con la calma de los siglos. El Realejo, antiguo barrio judío sefardí, un encanto a las espaldas del icono, con una profunda mirada a la vega. La catedral cristiana, levantada tras la conquista de los cristiano, junto a la judería y al antiguo zoco. En su interior descansan los restos de los reyes católicos. Un sinfín de recovecos donde encontramos en cada uno de ellos un trocito de la historia, un mensaje de la ciudad que nos llama, que nos incita a entenderla desde su más profundo sentir.

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