lunes, 31 de mayo de 2010

Barcelona, la ciudad más europea de la península ibérica

Barcelona, ciudad cosmopolita donde las haya, se ha convertido en un referente y no solo en la península, si no en toda Europa. Referente por ser una ciudad de progreso, en la que la técnica y las artes se aúnan de una forma única, pese a ser conceptos tantas veces considerados opuestos.

La ciudad de hoy, fusión de culturas, nos acompaña con una banda sonora inolvidable. El barrio gótico, a parte de su impresionante arquitectura, tiene un movimiento musical único. En sus calles podemos escuchar estilos e instrumentos de la más diversa índole. La ultra famosa Rambla nos recuerda la importancia de las artes escénicas y de la pintura, con sus estatuas humanas y sus grandes caricaturistas.

La obra única de un artista atemporal como Gaudí directamente nos transporta a otra dimensión, su originalidad hacen del parque Güell una obra única en el mundo. La casa Batlló y sus fachadas, la Sagrada Familia, esa última gran catedral, una obra que no perteneces a su tiempo, si no a todos y a ninguno a la vez.

Qué decir del parque de la Ciutadella, uno de los pulmones que hacen que la ciudad siga respirando, incansable. Aunque el auténtico pulmón costero no es otro que Montjuic, una de las zonas que más nos invitan a perdernos por sus rincones, por sus parques y jardines. Monte de leyendas en el que se dice fue uno de los puntos de fundación de la ciudad.

Pero la tendencia que mira al futuro no solo está en los muros inertes, está en sus gentes, en sus habitantes, en esa música que fluye viva por cada uno de los poros de la ciudad, siempre dinámica.

Barna, fusión de ideas, historia y futuro que junto al aroma mediterráneo la convierten en la ciudad más europea, más cosmopolita a este lado de los Pirineos.

martes, 18 de mayo de 2010

Granada, la cultura del agua

Granada, o Garnata como era conocida en otros tiempos, a los pies de la sierra contemplando la inmensidad de la vega que la separa de Sierra Tejeda.

La ciudad de la Alhambra, centro de riquezas y sabiduría de otros tiempos, ejemplo ancestral de tolerancia e integración cultural.

La historia de la ciudad se respira en cada uno de sus rincones, de sus plazas. La belleza y peculiaridad de sus barrios los hacen tan diferentes, tan únicos, que enamoran a todo aquel que se acerca a ella.

Su arquitectura no es solo belleza, es técnica. La aplicación de conocimientos que suponían un auténtico avance para la época, un salto hacia delante en el tiempo.

La cultura del agua, vigente a día de hoy en toda la ciudad, y en especial en todo un símbolo como la Alhambra, nos ayuda a viajar en el tiempo.

En un recorrido por nuestra imaginación paseamos por estas tierras en tiempos de León El Africano, ese personaje de una ficción tan real, tan próxima, que nos pone los pelos de punta. Hipnotizados por el susurrar del agua continuamos nuestro paseo por un pueblo mestizo. Nos llegan los olores, incluso los sabores de Al Andalus en una ciudad a las puertas de un vergel subtropical.

Pero su encanto no está solo en el imponente símbolo de la ciudad, su encanto, su peculiaridad está en su conjunto. El Albaycin, barrio árabe que mira la ciudad con la calma de los siglos. El Realejo, antiguo barrio judío sefardí, un encanto a las espaldas del icono, con una profunda mirada a la vega. La catedral cristiana, levantada tras la conquista de los cristiano, junto a la judería y al antiguo zoco. En su interior descansan los restos de los reyes católicos. Un sinfín de recovecos donde encontramos en cada uno de ellos un trocito de la historia, un mensaje de la ciudad que nos llama, que nos incita a entenderla desde su más profundo sentir.

lunes, 10 de mayo de 2010

Budapest, un paseo por los trazos del imperio

La capital húngara, un tanto desconocida y excluida habitualmente de circuitos turísticos, es una de las capitales más hermosas de Europa. Por sus calles se respira una grandeza decadente que nos mece de un esplendoroso pasado a un esperanzador futuro, como queriendo dejar de lado la historia más reciente.

La peculiaridad de los pueblos que conforman la Hungría de hoy, con lengua lejana al concepto indoeuropeo, sus vínculos con los suomis (finlandeses) y su aislamiento respecto a la Europa central a la que geográficamente pertenece, han dado lugar a un entorno que conserva una autenticidad matizada por un halo bohemio.

Alejada del concepto de ciudad de cuento que podemos experimentar en ciudades como Praga, tiene una “algo” especial en el ambiente, un atractivo intangible que enamora a quien se atreve a conocerla. Obviamente, su arquitectura no desmerece en absoluto.

La ciudad nos ofrece una visión del gran Danubio junto al Parlamento que nos acerca a tiempos de grandeza.

Un destino más que recomendable, si lo conocen, nos darán la razón a los que incitamos a su visita.